viernes, 19 de junio de 2015

Joe Gores y sus depredadores


Lo que más me gusta de la novela criminal es que a veces muestra el auténtico lado oscuro, el apogeo del malvado. Cualquier otra banalidad, como ésas que suelen provocar discusiones en el día a día, palidece en comparación. A Time of Predators lleva a un grupo de jóvenes por la senda tenebrosa: agreden, violan, mienten. La palabra clave es «grupo», porque el comportamiento del humano cambia cuando está dentro de uno; suele convertirse en pastor u oveja. Para mí, salvo en raras circunstancias, la obediencia no exime de culpa: pienso que la sanción ha de ser la misma para todos. 

El protagonista, un profesor de antropología llamado Curtis, halla a su esposa muerta en el baño. Aparentemente se trata de un suicidio; pero hay indicios claros que señalan agresión, lo cual es cierto: fue violada por el grupo de jóvenes, y ella era incapaz de seguir viviendo tras eso, de olvidar. Aunque tanto el profesor como la policía saben la verdad, las pruebas no son suficientes... y el encargado del caso no parece estar muy dispuesto a resolverlo; por lo tanto, Curtis toma la decisión de tomarse la justicia por su mano, investigar hasta encontrarse cara a cara con los culpables. Con el objetivo de lograrlo, rescata las dolorosas reminiscencias de su pasado castrense y entrena con vigor. 

Hay muchas maneras de tejer una venganza. Gores se decide por ir estirando el hilo hasta romperlo, enseñar cómo su protagonista va evolucionando hasta el estallido final. Es una elección arriesgada, porque pueden escribirse partes monótonas durante el proceso; sin embargo, constato que el libro no aburre en ningún instante; el camino entre la violación y la venganza resulta entretenido. Sólo flaquea el final, que es repentino: da la impresión de que al autor le entró prisa durante las últimas páginas, porque algunas de las muertes están resueltas mediante elementos exteriores. También puede ser que no se le ocurriese otra manera de resolverlo, pues son demasiados objetivos alrededor del sufrido maestro. No tengo nada en contra de que un «piano» caiga «casualmente» sobre uno de los antagonistas; el problema viene cuando se usan varios pianos. Eso es ir por el camino fácil, máxime si las resoluciones son tan sencillas como las que emplea este autor.

A pesar del mejorable final, y de algunos pasajes torpes donde no desarrolla bien el entorno, recomiendo la novela. En estos lares el título se tradujo de otra manera, Buitres. Por desgracia, es probable que se halle descatalogada; así que será una presa difícil. Dale un tiento si la ves en librerías de viejo o por la red.

¡Retruécanos!, hacía bastante que no reseñaba un libro, varios meses. Espero no estar muy oxidado. Si dispongo de tiempo, comentaré más títulos de novela negra. Puede que enfoque el blog hacia ese género tan denostado y, paradójicamente, exitoso.

«La novela de Gores es una especie de llamada de atención sobre los mecanismos innatos de la perversión en quien, creyéndose inmune a una sociedad perversa, olvida que ha sido generado por ella y que trabaja y crece dentro de ella colaborando en su perfeccionamiento». Carlos Sampayo. 

miércoles, 3 de junio de 2015

Libre albedrío, determinismo y conejos gigantes


Aún guardo en la memoria una pregunta de Mensa que me pareció divertida. Consistía, como suele ser habitual, en averiguar la secuencia existente entre varias imágenes; pero esta prueba era distinta porque no bastaba con fijarse en una posición concreta: había que alejarse y observarlas en conjunto. Resulta asombrosa la enorme cantidad de gente que cae en esa trampa tan sencilla, que se queda mirando al árbol sin ver el bosque. Muchos cometen el mismo error cuando analizan la realidad bajo influencias externas: ideología, narcisismo, recelo, entorno... Schopenhauer fue uno de los pensadores más importantes de su tiempo, un tipo inteligente y sabio, vamos. Empero, hablaba fatal de las mujeres, decía que su vida no estaba destinada a las grandes empresas —una manera sutil de expresar «Tú barre, cocina y calla»—. ¿Por qué alguien así, avispado, estudioso, tenía ideas misóginas? Podemos encontrar el motivo en la madre, a la que odiaba profundamente. Eso le impedía ir más allá, observar el conjunto. Seguro que hasta veía el rostro de su progenitora en cada mujer. 

El sistema, sus conceptos humanos, también sirven de distracción. Jostein Gaarder comparó al universo con un conejo inmenso donde nosotros vivimos, calientes y confortables entre el pelaje acogedor. Los filósofos no se quedan ahí: se agarran a los pelos y trepan para otear. Asimismo, es igual de importante saber quién es uno, conocerse; lo cual es difícil si se carece de humildad.

Me he encontrado, a lo largo de los años, con defensores del determinismo y el libre albedrío. La mayoría de los primeros eran progresistas; de los segundos, conservadores. Es lógico: cada cual mantiene una postura en base a su condición social. Alguien que ha tenido la suerte de crecer en una familia acomodada y educada, tal vez piense que cada uno es dueño de sí mismo, de su destino. Aun teniendo razón en parte, se trata de un sofisma porque olvida los elementos externos que imprimen carácter en el individuo, y falta añadir sus características propias, inmanentes. Por ende, opino que ambos casos existen y varían según las circunstancias; quedarse sólo con uno es fijar la vista en una única posición, fracasar en aquella pregunta de antes. Evoquemos al inefable Sostres, estomagante premeditado, explicar aquello de que cada uno es responsable de sus desgracias: si te han desahuciado, es culpa tuya. Aunque dudo que sus opiniones sean reales, sirven para ilustrar lo dicho.

http://www.upsocl.com/comunidad/dos-ninos-de-realidades-muy-distintas-muestran-la-crudeza-de-la-desigualdad/

Es posible mitigar el aspecto negativo del determinismo, mas no interesa: harían falta una serie de cambios sustanciales que le pondrían los pelos de punta al poder. Entretanto, hasta que éstos vayan produciéndose muy lentamente, todo seguirá igual. Supongo que los hombres del lejano futuro hablarán con horror de nuestra época, caracterizada por la hegemonía de unos partidos que gobiernan mientras se escucha la banda sonora de «Uno de los nuestros».

Para conseguir escapar del estancamiento en el que estamos metidos, basta con una enseñanza superior a la actual, que es demasiado cuadriculada. Sin olvidar otros problemas como el acoso o las novatadas. ¿Qué puede esperarse de los que experimentan esas lindezas? Con una educación diferente, más humana, quizá apareciese en escena una nueva época en la que habría un inmenso cambio de valores. Y quizá también comenzase una lucha real para ayudar a los desafortunados, sean de donde sean. Empleo el «quizá» porque no estoy seguro de ello, pero ¿no vale la pena intentarlo?

Un momento... ¿He tenido un atisbo de optimismo? El fin está cerca