viernes, 21 de enero de 2022

El éxito

 

Como el síndrome del impostor es intenso en mí, no puedo evitar leer manuales de escritura cada vez que encuentro uno. Casi siempre contienen algo que desconozco y me resulta útil, aunque a veces... a veces dan miedo. Uno de ellos, por ejemplo, afirma que el talento es una dádiva de los dioses; es decir, una habilidad metafísica a la que sólo tienen acceso unos pocos elegidos. Esto me recuerda a la creencia en el destino que tenían los antiguos griegos: si eres esclavo, es porque debes serlo. En aquella época era comprensible pensar de esa forma debido al contexto, pero ha llovido bastante desde entonces. Aun así, seguro que hay autores contemporáneos que lo creen. 

Hace poco estaba leyendo el manual de una autora que me estaba gustando muchísimo; asentía tanto que mi cabeza amenazaba con caerse al suelo. Cada capítulo era una lección magistral que sólo puede ser dada cuando se tiene mucha experiencia. Por eso me sorprendió tropezar con una frase que recuerda al clásico gurú del emprendimiento: «El éxito o fracaso dependen sólo de ti». Sé que la intención es buena porque no es sano culpar a otros de tus errores; sin embargo, muestra una verdad a medias. 

Se me han ocurrido varios ejemplos deportivos para explicarlo, pero no me saldré del terreno literario: imagina que pones todo tu empeño en escribir un relato para un concurso, usas una idea original y dedicas todas las horas posibles a pulirlo hasta dejarlo a tu gusto. Supongamos que el resultado es notable, de lo mejor que has hecho en tu vida; así que lo envías y esperas el resultado. Tras varios meses, gana un autor relacionado con la editorial convocante porque estaba amañado. ¿De qué ha servido todo el esfuerzo? ¿Ese fracaso ha dependido de ti? También podrían hacerse las mismas preguntas si, simplemente, otro relato era mejor o encajó más con el gusto de los jueces. 

El empeño, el trabajo, la pasión... todo eso no tiene por qué conducir al éxito, sobre todo en un sistema donde las probabilidades juegan en tu contra. El otro tiene un papel determinante en el camino hacia lo que consideramos exitoso. Además, es importante señalar que la heterogeneidad del humano hace que la idea de éxito difiera entre cada sujeto. Cuanto más grande sea la ambición, más probabilidades habrá de fracasar. Evidentemente, vas a pasarlo mal si quieres ser el nuevo Stephen King o J.K. Rowling. 

Estas ideas de que todo depende del individuo pueden ser muy peligrosas. Pienso en los que abren un negocio y se estampan por haberlas creído, ya que existen múltiples factores externos que pueden llevar a pique un proyecto, empezando por la competencia y el omnipresente azar. 

El auténtico vencedor, desde mi punto de vista y el de los estoicos, es quien se contenta con lo que tiene. La vida es terriblemente breve para perderla persiguiendo mariposas etéreas. No pretendo decir con esto que sea malo tener ambiciones o ser competitivo —a menos que te obliguen a ello—, pero no hay que olvidarse de la realidad.