martes, 27 de julio de 2021

Sobre el fanatismo actual

«No cabe duda de que el miedo a los vecinos inmediatos es mucho menor ahora que antes, pero ahora existe un nuevo tipo de miedo, el miedo a lo que pueda decir la prensa, que es tan terrorífico como todo lo relacionado con la caza de brujas medieval. Cuando los periódicos deciden convertir a una persona inofensiva en un chivo expiatorio, los resultados pueden ser terribles. Afortunadamente, la mayor parte de la gente se libra de este destino por tratarse de desconocidos, pero a medida que la publicidad va perfeccionando sus métodos, aumentará el peligro de esta nueva forma de persecución social». Bertrand Russell. 1930. 

«Quizá no exista una forma más segura de contagiarnos de un odio virulento hacia una persona que haciéndole sufrir una injusticia grave. Que otros tengan un agravio justo contra nosotros es una razón más potente para odiarlos que tener nosotros un agravio justo contra ellos. No hacemos a las personas más humildes y mansas cuando les mostramos su culpa y les obligamos a estar avergonzados. Es más probable que provoquemos su arrogancia y despertemos en ellos una agresividad temeraria. La rectitud es una manera ruidosa de ahogar la voz de culpabilidad en nosotros. Existe una conciencia culpable detrás de cada palabra y acto descarado, y detrás de cada manifestación de rectitud». Eric Hoffer, El verdadero creyente

Hace ya unos cuantos años, Reverte escribió una frase demoledora: «Yo no tengo ideología, amigo mío. Yo lo que tengo es biblioteca». Seguro que lo hizo con ánimo de ofender, porque se nota que le gusta pinchar; pero me figuro que también la escribió pensando en toda la basura que se ha acumulado detrás de cada ideología política, en todos los que se han escudado en ellas para medrar y vender humo a cambio de oro. Ése es el motivo que me llevó a escribir «carezco de ideología» una vez. Sin embargo, es complicado, incluso imposible a veces, no tenerla. Hay muchas más de lo que parece y es probable que tus ideas encajen en alguna. Por ejemplo, una poco conocida es el conservadurismo progresista. Suena a oxímoron, pero existe. 

Yo simpaticé con el comunismo durante la adolescencia, porque la pobreza era, y sigue siendo, uno de los aspectos que más me disgustan de las sociedades humanas. El comunismo parecía una solución fácil y algo por lo que merecía la pena luchar. Luego empecé a pasearme por la sección de filosofía de la biblioteca Jovellanos, a leer todos sus libros, y comprendí que era un idealista: una criatura imperfecta no puede vivir en una sociedad perfecta. No ahora, al menos. Por eso tenemos cerraduras en nuestras puertas; por eso Montesquieu se sacó de la manga el asunto de los tres poderes. Hemos llegado hasta aquí a través de un extenso y descarnado proceso histórico, y lo que tenemos es lo que más se adapta a la condición humana. Por supuesto, es un sistema mejorable y evolucionará con el tiempo; pero lo hará despacio, movido más por el ciudadano que por el político, ya que éste es un simple mercader ideológico preocupado por no salirse de la ventana de Overton. 

Evidentemente, también percibo idealismo en ideologías como el anarcocapitalismo. Imagino que no tengo que explicar por qué. Homo homini lupus

¿Era un fanático por aquel entonces? Puedes estar seguro: todo lo que se apartase del comunismo era fascismo, sin más. Tenía dieciséis años, no pidas mucho. Ni siquiera había leído El capital. Después perdí la fe en el ser humano y me volví un nihilista misantrópico. Es el camino sencillo, porque lo realmente complicado, lo que no abunda, es la auténtica fe en la humanidad. Por algo hay ahora transhumanistas con deseos de arreglar lo que está «roto» cuando sea posible. Lo interesante es que esa pérdida de fe hizo que desapareciese mi lado fanático. Cuidado: ni el nihilismo ni la misantropía son sinónimos de maldad. Ésta suele provenir de gente que se pone otros adjetivos más amables. 

Dice Eric Hoffer que el auténtico contrario de un fanático religioso no es un ateo —uno que sea también fanático, claro—, sino un cínico al que le importe un bledo si dios existe o no. Míralo de esta forma: con los ateos se puede debatir y mantener viva la llama religiosa. Los cínicos a los que se refiere Hoffer, en cambio, construyen su vida al margen de la religión y no se molestan en pensar en ella; así que se debilita. Asimismo decía algo parecido de los fanáticos fascistas y comunistas: su verdadero contrario sería alguien moderado. De hecho, Hitler pensaba que podía convertir comunistas al nazismo, porque el fanático suele pasarse de un extremo al otro antes que pensar en moderaciones tibias. Tiene una necesidad de pertenencia. 

Desgraciadamente, el fanatismo está hoy muy vivo: los políticos polarizan, apuntan a la emoción antes que a la razón. De esa forma manejan el odio, que es uno de los agentes unificadores más antiguos y efectivos. Odia al extranjero, al judío, etc. La clave es que haya un enemigo común que genere un movimiento. En el caso de España, verbigracia, sirve para instigar una batalla de espectros inocuos mientras ellos continúan en el poder. Pienso que Trevijano tenía razón al señalar que los partidos tienen más poder del que les corresponde, lo cual es un problema grave y sería una de las causas de tantas corruptelas. Lo dramático es que muchos están de acuerdo con esto, pero el enemigo ocupa ya todo su campo de visión y seguirán votando hasta el fin de los tiempos. Es una mezcla de odio y miedo: odio al contrario y miedo de que gobierne. 

Además, la tentación de meterse en un movimiento es grande, sobre todo para el que está descontento consigo mismo. De esa forma su ser se disuelve en una masa que tiene una meta superior, sublime. A partir de ahí, convertirá todo en ideología: si tienes estas ideas, bien; si tienes estas otras, ¡al ostracismo! Algunos entran en esos grupos para medrar más fácilmente, pero en el fondo no están conformes y deben morderse la lengua u opinar sin embarrarse. También cabe la posibilidad de que les dé igual a qué barco subirse para crecer. 

Curiosamente, el fanático siente en el fondo —muy en el fondo— respeto por su opuesto; pero detesta al moderado, ya que es su verdadero rival. Con él no habrá un cambio radical del aborrecible presente, que debe ser destruido para levantar el jardín del Edén. Todo fanático está en posesión de una verdad inamovible, la cual servirá para llegar hasta esa utopía; así que debatir con ellos es como caminar por un campo de minas: mientras tus ideas entronquen con las suyas, se mostrarán risueños y serán el mejor aliado posible; cuando digas algo que choque con su pensamiento marcado a fuego, se convertirán en la niña del exorcista. Mi consejo es que te abstengas de debatir con ellos, porque sólo conseguirás meterte en un callejón sin salida. 

Internet es el perfecto escaparate para ver al fanático desde la distancia. Un lugar fascinante para cualquier observador. Una anécdota: durante mis primeros días en la red, quince años atrás, me metí en un foro político, en un tema que se llamaba ¿En tiempos de Franco vivíamos mejor?, y me chocó descubrir que aún había un buen número de franquistas. Cometí el error de discutir acaloradamente con ellos durante días hasta que me di cuenta de que sólo perdía el tiempo. Fue donde aprendí a no debatir con quien esté cegado por una ideología, no le interese la verdad o se deje engañar por el sesgo de confirmación. 

Antaño tenía muy claro cuál era mi ideología; ahora sólo tengo cientos de dudas y el deseo de que las sociedades mejoren de una u otra forma. La educación, que es el útero de la sociedad, debe evolucionar con urgencia; aunque sin olvidar que hay un nexo profundo entre ella y el sistema. De momento, no estaría mal tener menos alumnos por aula, profesores de refuerzo, motivación, herramientas contra el acoso..., algo que renueve el modelo disciplinario y competitivo de nuestros días. Hay países que han demostrado empíricamente que puede hacerse con éxito. Es cierto que un cambio drástico podría resquebrajar el puente entre el mundo académico y el laboral, pero no se trata de eso en este caso. 

Por supuesto, soy consciente de que más erudición no implica mayor bondad; sin embargo, hacer que sea más agradable el entorno en el que se mueven los recién llegados no es una mala idea. Piensa, además, en las consecuencias del acoso: grupos de humanos aprendiendo desde muy temprano que pueden dañar a un individuo sin represalias. ¿No hay una relación entre eso y algunas noticias de la actualidad? Tampoco estaría mal enseñar a dónde lleva el fanatismo, algo difícil cuando muchos profesores están dentro de él.