sábado, 12 de enero de 2019

The Orville y el lado siniestro de internet


Sólo recomendaría este remedo de Star Trek a los más jóvenes, a personas que han tenido poco contacto con la ciencia ficción o a locos como yo, que ven cualquier cosa que tenga naves y planetas inexplorados.

Los primeros episodios son terribles para un espectador aficionado al género: no hay nada novedoso en ellos y su abundante humor es muy básico. Algunos intentan conseguir la profundidad de ciertos guiones de Star Trek, pero se quedan a medio gas. El mensaje feminista que subyace en About a Girl, a pesar de sus buenas intenciones, es flojo; equivale a «la paz es buena», o «matar está mal». Además, hace gala de un aburrido etnocentrismo: nuestra ética está por encima de la otra, la foránea, incluso antes de saber qué la sustenta, y el giro final es predecible. La cultura teológica de If the Stars Should Appear sólo sirve para recordarnos lo mala que puede ser la religión, sin más, lo cual ya ha sido enseñado en multitud de series anteriores. Y Pria cuenta una historia tan manida que puedes anticiparte a casi todos los acontecimientos.

Aun así, diría que la calidad va aumentando a partir del segundo episodio. No mucho, pero puede percibirse que MacFarlane, el guionista, hace un esfuerzo por mejorar y lo consigue. Es el séptimo, Majority Rule, el que me ha traído aquí. Se trata de una crítica tan sobresaliente, audaz y certera que entraría en combustión espontánea si no la comentase.

Imagina una sociedad donde el sistema de votos youtubero está en cada individuo: los ciudadanos deben llevar una chapa con una flecha verde y otra roja para que cualquiera pueda valorar su comportamiento. ¿Suena fatal? Pues eso no es todo: un gran número de votos negativos veta el acceso a determinados lugares públicos, y si se sobrepasa el límite habrá un castigo que consiste en lavar el cerebro. Al ciudadano se le ofrece la oportunidad de disculparse públicamente en la televisión; sin embargo, eso no funciona con mucha frecuencia, porque a la turba le interesa más señalar al «malo» para seguir formando parte de un grupo y mejorar su reputación dentro del mismo. Por supuesto, el criterio que se sigue a la hora de votar es superficial, subjetivo; nadie comprueba la veracidad de lo que ve. Las omnipresentes cámaras de los móviles se convierten en una trampa que podría convertirte en zombi. ¡Los grandes hermanos te vigilan!


Majority Rule, La regla de la mayoría, me hizo reflexionar sobre el impacto que ha tenido internet en la humanidad. A mí, que no lo tuve hasta los veinticinco, me sigue fascinando este universo virtual: desde la comodidad de mi escritorio, puedo charlar con personas que están al otro lado del charco, ver series a la hora que me apetezca, escribir en este blog. Internet es impresionante. Aunque, por desgracia, también tiene su lado siniestro, uno donde la condición humana queda más al descubierto que nunca; detalles que antes se quedaban en las sombras se iluminan ahora por los focos de un escenario inabarcable.

Uno de los requisitos para la felicidad es que no te importe lo que piensen los demás, pero eso tal vez sea complicado para las generaciones que nazcan con Google bajo el brazo. Tantas redes sociales; tanta hambre de aceptación, fama...

MacFarlane estaba inspirado el día que escribió algo tan bueno, y los episodios siguientes —no todos escritos por él— son un relleno aceptable, fácil de digerir, porque hacen avanzar subtramas o dan más trasfondo a los protagonistas. ¿Cómo será la segunda temporada? ¿Habrá otra joya escondida entre la mediocridad? ¿Será un montón de paja con mensajes simplones? ¿Aparecerá Leia-Poppins para destruirlos a todos?