sábado, 6 de mayo de 2017

Cuando despertó, el dragón todavía estaba allí


El primer juego que probé de Bethesda fue Oblivion, y debo admitir que no me gustó demasiado; las mazmorras análogas y el discutible sistema de niveles fueron lo que más dolió. Recuerdo que hubo un momento, tras llegar a cierto nivel, en el que sólo aparecían troles caminando junto a minotauros. No importaba dónde: si entraba en unas ruinas élficas, o una cueva, o atravesaba un bosque, ahí estaban los dos amigos. Llegamos a conocernos muy bien, tanto que al final ya me rapeaban como en el conocido sketch de Cruz y Raya: «Morirás, morirás, ya verás que morirás...». 

Luego, no sin cierto recelo, instalé el Fallout 3. Los dos primeros, ésos* que desarrolló Black Isle cuando aún vivía Heráclito, me entretuvieron durante bastante tiempo; pero temía encontrarme con un Oblivion futurista lleno de troles y minotauros cibernéticos. Afortunadamente, no fue así: la adecuación de los enemigos a mi nivel no se notaba tanto, y el mapa, a pesar de ser más pequeño, ofrecía una enorme variedad de lugares para descubrir. Recorrí aquel mundo postapocalíptico de arriba abajo, horas y horas admirando curiosidades. Incluso había un edificio que homenajeaba a Lovecraft... Lejos quedaron aquellas cuevas y ruinas genéricas que asfixiaban la exploración libre.

Y ahora, al fin, años después de su salida, me he atrevido con el celebérrimo Skyrim. Lo cierto es que llevo unos meses entretenido con él, haciendo misiones en cuanto aparece uno de esos extraños y anhelados ratos de ocio. He vuelto a crear el mismo personaje que me dio unas cuantas horas de diversión en el anterior, un pícaro, y noto varias mejorías notables: compañeros de aventuras, movimientos finales —decapitaciones, ¡decapitaciones!—, fauna, pueblos con más vida, armadura de ladrón con capa... Sí, lo último puede sonar banal; pero un ladrón sin capa es como un enano sin barba, entelequias. Se agradece que la compañía tomase nota de los mods más usados por la comunidad.

Hay defectos, por supuesto. Yo prefiero mirar para otro lado y permitir que el juego me lleve de la mano, porque ciertos instantes son increíbles, te meten de lleno en un mundo de espada y brujería. Recuerdo estar caminando por una aldea y, de repente, alguien grita «¡Dragón!», los guardias observan el cielo a la par que aprestan sus arcos, un comerciante huye, miro en derredor hasta que un dragón se posa sobre el tejado de la herrería para vomitar su aliento de escarcha. Esos momentos son mágicos. Creo que Bethesda va por el camino correcto si su intención es sumergir al jugador en la fantasía, porque el engorroso —engorroso para algunos— proceso que conlleva construir un personaje se difumina cada vez más. Lo malo es que aún falta bastante para lograr un objetivo así: pausas en medio del combate, personajes no jugadores robóticos, zonas que aún se repiten... Por lo tanto, pienso que sería mejor usar las viejas fórmulas, o al menos no abandonarlas del todo. 

Lo que más me hizo rechinar los dientes fue la sensación de obtener mis metas demasiado rápido, sin esforzarme lo debido: los hechiceros llegan a ser archimagos a las pocas horas, los guerreros encuentran un equipo genial sin muchas dificultades, los asesinos no tardan en ser casi invisibles. Además, robar es tan fácil que aburre; resulta gracioso irte con media tienda mientras el vendedor está presente. ¿Y qué pasa con los espectros? Antes sólo podías eliminarlos con magia u objetos encantados; ahora sirve cualquier cosa. Todo vale con tal de no molestar al sufrido jugador, no sea que abandone. También me resultó raro ver un montón de instrumentos por todas partes, flautas, tambores y guitarras, y que no puedan ser tocados cuando se completa el colegio de bardos. Me habría gustado tocar melodías luctuosas en las posadas antes de ir a por la siguiente víctima. Sé que se soluciona con un mod, pero es un error: la mente, al advertir la presencia de esos instrumentos, hace una relación y crea una expectativa que se quedará sin resolver.

Skyrim es el paradigma del producto mainstream, una explosión de fama que alcanzó hasta a los alienígenas de Iker Jiménez. Menos mal que da la talla y entretiene durante semanas. Yo, de momento, sigo prefiriendo el Fallout, cualquiera de ellos

*Los omvres de verdad aún tildamos los demostrativos. 

2 comentarios:

  1. Yo también tildo los demostrativos.
    Y no he jugado nada de Elder Scrolls, todavía... Tengo Skyrim y Morrowind, pero sin haberlos instalado nunca.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estamos obsoletos, pues.

      Para mí, en Skyrim lo positivo pesa más que lo negativo. Es un buen juego, sólo hay que dejarse llevar.

      Morrowind lo tengo instalado, pero aún no he podido ponerme con él.

      Eliminar