domingo, 30 de julio de 2023

La importancia de Ibáñez

 


Igual que muchos, de pequeño sólo leía tebeos: Anacleto, Zipi y Zape, Superlópez... Todos eran muy divertidos, pero ninguno superaba a los inigualables Mortadelo y Filemón. Cada vez que lograba reunir el suficiente dinero, iba al quiosco más cercano y compraba el primer Mortadelo que aún no estuviese en mi humilde colección. Los volúmenes más gruesos, por desgracia, estaban fuera de mi alcance debido a su precio; aunque me regalaron algunos y los releí hasta hacerlos polvo. 

Mi cerebro infantil relacionó, por ende, la lectura con el placer; así que no tardé mucho en dar el salto a los libros. Junto a la alta pila de Mortadelos apareció otra de novelas juveniles, muchas de El barco de vapor. Años después me aficioné a la literatura de terror, la cual me sirvió de entrada al vasto universo literario. También escribía, pero sólo por diversión. ¿Habría hecho el mismo camino sin la influencia de Ibáñez? Lo dudo. Él fue el primer peldaño de una larga y emocionante escalera. 

Si quieres que alguien joven sea un futuro lector, rodéalo de tebeos. Eso es mucho más beneficioso que obligarlo a engullir El Quijote o La Regenta, libros que yo supe apreciar por mi cuenta con la edad adecuada. Y ahí está la inestimable importancia de Ibáñez: es un creador de lectores, uno de los más grandes. Su contribución a la cultura es más grande de lo que muchos imaginan. El problema es que aquí se aúnan dos prejuicios: el desprecio al cómic y al terreno infantil, pues a nadie se le escapa que esas lecturas son consumidas, sobre todo, por niños. 

De todos modos, no creo que necesitase premio alguno, porque él sabía apreciar el más grande que puede tener un autor: el reconocimiento de sus lectores. Creo que eso fue su mayor estímulo para seguir trabajando hasta el final. 

Hace algunos años, por nostalgia, compré un par de Mortadelos para recordar viejos tiempos. Se me cayeron de las manos: los abundantes gags ya no me hacían tanta gracia como antes. Sin embargo, leer todo aquello de pequeño me sirvió para poder apreciar el gran valor del cómic. En mis estanterías pueden encontrarse, diseminados, algunos cómics que releo cuando me apetece. No siempre tengo ganas de enfrentarme a la Fenomenología del espíritu, texto que me deja la cabeza como un portaviones. Es bueno disponer de lecturas variadas para cada ocasión. A veces lo único que deseas es ponerte el traje de superhéroe y darle una tunda a los malos, o maravillarte con las imágenes de algún ilustrador reconocido. 

Por supuesto, también hay cómics con unas narrativas impresionantes. Tengo algunos y pienso ir comprando más. Lástima que tengan precios prohibitivos, aunque en muchos casos lo valgan. 

Ibáñez ha muerto, sí; pero seguirá vivo en su obra, la cual se seguirá leyendo aún durante varias generaciones. Continuará siendo un creador de lectores, igual que varios grandes nombres de la literatura. Cualquiera podrá ir al quiosco o la librería y comprar las aventuras de esos dos agentes al servicio de la TIA, parodia de la CIA