viernes, 20 de octubre de 2017

Tiempos frívolos


Alguien escribe en twitter que argumentar en contra de un concepto no significa, necesariamente, defender el contrario. Nadie lo entiende. Son incapaces porque su mundo carece de matices, todo es blanco o negro. Es el resultado de vagar por un devastador yermo cultural. Los campos disciplinarios han hecho bien su trabajo: borrar pasiones y curiosidades en vez de fomentarlas. 

El actual presidente de Estados Unidos podría ser el perfecto avatar de nuestra época, donde el raciocinio ha sido nublado por la estulticia inherente al hombre-masa; éste es una fuerza imparable que reacciona por impulsos, intentar frenarlo puede tener efectos catastróficos, como introducir un palo en los radios de una bicicleta en marcha. Es mejor conformarse con redirigir su atención o atenuar su movimiento, algo que los políticos de hoy parecen no comprender, lo cual, teniendo en cuenta que ellos mismos son responsables de muchas situaciones problemáticas, resulta trágico. 

Lejos queda el «Ni rías, ni llores, ni te indignes: comprende» de Spinoza. En cada intercambio de opiniones pueden apreciarse todas las falacias retóricas de quien busca ganar una batalla, tener la razón a cualquier precio. La verdad, su búsqueda, queda así apartada y olvidada; no interesa. Muy pocos son los que se toman la molestia de ir al lado opuesto y meditar sobre los motivos del «enemigo», porque es un enemigo y nada más: se le ataca o se le tacha con una equis roja. Luego se regresa a la comodidad del grupo escogido, uno en el que haya un pensamiento similar. ¿Será esto un remanente heredado del pasado torvo que quedó, o debería quedar, atrás? 

La semana pasada encendí el televisor cuando emitían un debate. Creo que batieron algún récord, porque nunca antes había llegado a contar seis falacias del hombre de paja seguidas. ¿Debo suponer que no era un debate serio? ¿Acaso los tertulianos se han convertido en vacuos mercaderes ideológicos? ¿El público se traga esa basura sin percatarse de nada? Supongo que las tres preguntas pueden responderse afirmativamente, aunque la mayoría pensará que se trataba de una severa y sensata lucha oral. Yo propongo cambiar a los tertulianos por monos..., porque sería divertido verles lanzar excrementos al público; o sustituirlos por inteligencias artificiales, que pueden ser igual de interesantes y menos reiterativas.  

Como se avanza lentamente, por inercia, será necesario un buen número de generaciones para que aparezcan cambios sustanciales. Una vez más, la educación es la clave: un humano mejor creará un entorno mejor. Pero tendrá que ser un sistema educativo, como mínimo, parecido a lo que se puede ver en la Europa septentrional. Y hasta ése puede mejorar bastante. Entretanto, habrá que soportar los dislates que hay en cada átomo del ahora rudimentario nomos y en cada mente ofuscada por él.

De todas formas, no tengo claro que lo anterior sea la solución definitiva a los problemas. No es bueno subestimar a la omnipotente estupidez humana; ésta suele encontrar resquicios por donde colarse. Imagino que sí puede afirmarse que al menos sería un paliativo.  

Contemplamos a las sociedades pasadas, en parte, desde el desprecio, pues grandes son las injusticias que se producían en ellas. ¿Cómo nos verán a nosotros las sociedades futuras?