lunes, 18 de junio de 2018

Las máquinas asesinas de Saberhagen


Después de releer La Odisea —Polifemo tirando piedras siempre es divertido—, me dieron ganas de buscar algo que se alejase del pasado, alguna opereta espacial con un buen argumento, y hallé la magnífica serie Berserker, que está compuesta por un montón de novelas y relatos.  

Uno de mis episodios predilectos de Star Trek es La máquina del juicio final, donde una máquina inmensa con forma de gusano va por ahí zampándose planetas para merendar. Saberhagen usa y exprime una idea parecida: gigantescas fortalezas que, habitadas por todo tipo de máquinas asesinas, pululan por el espacio con el único objetivo de acabar con los vivos. Fueron construidas por una especie desconocida para defenderse... y en cambio sólo consiguió extinguirse antes de dejar todo ese horror metálico como legado. La humanidad, que domina varios planetas, es la que carga con el mayor peso en la guerra contra él, pues sus agradecidos aliados alienígenas no tienen tanta capacidad de lucha. 

El apodo «berserker» le queda como un guante a esas máquinas, porque son armas; no fueron programadas para tener sentimientos, así que combatirán hasta el final. Pueden comunicarse con los humanos, incluso mostrarse amigables hasta cierto punto; pero lo hacen porque quieren investigar nuevos métodos de destrucción. Para ellas la vida es «la mala vida», y lo muerto, «la buena vida». Eso no está abierto a debate.  

Es posible que mientras lees esto te hayas percatado de que hay un elefante en la habitación, uno enorme que ha ido inflándose cada vez más y ahora barrita ensordecedoramente. Ese molesto paquidermo se llama Battlestar Galactica. En efecto, dicha serie tiene la misma base que estos libros, lo cual quizá provoque rechazo en sus numerosos seguidores, hambrientos de desafíos que no recuerden a lo ya conocido. Aunque aún no tuve tiempo de ver todas las aventuras de Adama y compañía, creo que entre ambos universos hay suficientes diferencias y pueden ser visitados sin temor; yo lo estoy haciendo ahora y de momento no hay problema.  

Saberhagen destaca por introducir grandes dosis de acidez en sus pavorosas historias, porque muestra sin reparos la estulticia a la que puede llegar una civilización y sus dirigentes, o el lado más oscuro de un artista en un relato excepcional que se llama Mecenas de las artes. También brilla la atmósfera descarnada que emana de las fortalezas berserker: no es una buena idea dejarse capturar y ser encerrado en una de ellas. La prosa cambia dependiendo de la situación: ritmo vertiginoso en las batallas y riqueza literaria durante las escenas pausadas, estéticas. En general, el autor intenta mantenerse invisible para que la trama se mantenga en primer plano, mantiene a raya su ego; por lo tanto, sus textos son fáciles y adecuados para todo tipo de lector. El punto flaco está en algunas descripciones que se quedan algo cojas por un afán de no interrumpir la acción: «La cosa voladora volvió a atacar».

Los berserker son, en definitiva, muy divertidos. Por desgracia, dudo que aquí se hayan traducido estos libros, salvo la primera recopilación de relatos y alguna novela que he visto por ahí. Ojalá alguien se animase a editarlas todas. Lo malo es que España y la ciencia ficción no se llevan bien, como el gato y el agua. ¿Cambiará eso en el futuro?