viernes, 12 de julio de 2019

La decadencia de The Walking Dead


Advertencia: si no has visto la serie y te molestan los destripamientos, huye, escapa sin mirar atrás; ya habrá otras entradas. 

Aún no leí el cómic... y no creo que lo haga, sinceramente; así que me ceñiré a lo que vi en la serie hasta ahora, que es bastante descorazonador. Y voy a tratarla de manera general, sin detenerme a valorar cada uno de los episodios; eso me llevaría un montón de palabras. 

Me he dado cuenta, mientras terminaba lo último que se ha emitido, de que lo estaba viendo por inercia; ya no tenía ni de lejos el mismo interés de antes, cuando Rick luchaba para mantener la cohesión del grupo, o Carol iba haciéndose más fuerte para después acabar derrumbándose en un pozo de irresolución. Walking Dead era la serie de zombis que no es de zombis, porque importaba más la afinidad que se genera entre compañeros que afrontan juntos el peligro, las nuevas familias formadas por los huérfanos de la catástrofe. Además, en ese universo los caminantes no son el mayor problema: bandidos, caníbales, asesinos. El humano puede ser el monstruo más inquietante. Los monstruos, ya que ellos también son una familia. Y cada grupo se ve a sí mismo como el bueno, pues esto va de sobrevivir, ¿no? 

Creo que el problema está en un alargamiento innecesario combinado con un recurso explosivo a corto plazo; me explico: Negan es un villano impresionante que salva él solo un buen número de episodios, ya que crea una sociedad cruel donde se somete a los demás mediante la violencia; sin embargo, lo que se usa para magnificar su aura intimidatoria, el asesinato de Glenn y Abraham, también estraga el futuro de la trama, porque salen de escena dos personajes protagonistas muy carismáticos. El valiente golpe de efecto funciona a la perfección, pero el espectador no tarda en percatarse de esas ausencias insustituibles. Por si fuese poco, Rick abandona la serie prematuramente y Maggie desaparece. Pienso que todo debería haber terminado con Rick cumpliendo su palabra: «Voy a matarte. No hoy, no mañana; pero voy a matarte».

Y luego está el tigre, claro, porque aparece un tigre. Suspensión de incredulidad, ya sabes. A mí me gusta; es simpático.

En estos momentos la serie es, nunca mejor dicho, un cadáver putrefacto. Negan ya no da más de sí porque el concepto es redundante: Merle ya mostró cómo un canalla puede redimirse, amén de que fue alguien más creíble. Daryl va de un lado a otro como un ánima errante, preguntándose por qué narices Andrew Lincoln tuvo que irse, y los susurradores son un enemigo mediocre con las manos atadas: debido a las numerosas ausencias, es predecible que no podrán eliminar a alguien con la suficiente relevancia. No seré yo quien eche de menos a los secundarios que usaron para marcar los límites del territorio. En mi opinión, estos amigos de los zombis no llegan ni a la suela del Gobernador, o de Shane, por decir dos. 

¿Cuánto tiempo seguirán estirando el chicle? ¿Lo romperán? Sería una lástima que Walking Dead tuviese un final nefasto. Tengo la impresión de que muchos esperaban que se cumpliesen esas prolepsis utópicas con las que, en apariencia, soñaba Rick. No habría estado mal después de tantas vicisitudes.

A ver si el guión logra reverdecer y darle al público unas cuantas sorpresas. Yo, de momento, seguiré viendo esto por inercia, más por curiosidad que por interés. Discrepo con los críticos que aún aseguran estar ante una gran serie. Muy diferente fue House, por ejemplo, ya que supo renovarse cuando lo necesitó y acabar en el momento preciso.