miércoles, 3 de junio de 2015

Libre albedrío, determinismo y conejos gigantes


Aún guardo en la memoria una pregunta de Mensa que me pareció divertida. Consistía, como suele ser habitual, en averiguar la secuencia existente entre varias imágenes; pero esta prueba era distinta porque no bastaba con fijarse en una posición concreta: había que alejarse y observarlas en conjunto. Resulta asombrosa la enorme cantidad de gente que cae en esa trampa tan sencilla, que se queda mirando al árbol sin ver el bosque. Muchos cometen el mismo error cuando analizan la realidad bajo influencias externas: ideología, narcisismo, recelo, entorno... Schopenhauer fue uno de los pensadores más importantes de su tiempo, un tipo inteligente y sabio, vamos. Empero, hablaba fatal de las mujeres, decía que su vida no estaba destinada a las grandes empresas —una manera sutil de expresar «Tú barre, cocina y calla»—. ¿Por qué alguien así, avispado, estudioso, tenía ideas misóginas? Podemos encontrar el motivo en la madre, a la que odiaba profundamente. Eso le impedía ir más allá, observar el conjunto. Seguro que hasta veía el rostro de su progenitora en cada mujer. 

El sistema, sus conceptos humanos, también sirven de distracción. Jostein Gaarder comparó al universo con un conejo inmenso donde nosotros vivimos, calientes y confortables entre el pelaje acogedor. Los filósofos no se quedan ahí: se agarran a los pelos y trepan para otear. Asimismo, es igual de importante saber quién es uno, conocerse; lo cual es difícil si se carece de humildad.

Me he encontrado, a lo largo de los años, con defensores del determinismo y el libre albedrío. La mayoría de los primeros eran progresistas; de los segundos, conservadores. Es lógico: cada cual mantiene una postura en base a su condición social. Alguien que ha tenido la suerte de crecer en una familia acomodada y educada, tal vez piense que cada uno es dueño de sí mismo, de su destino. Aun teniendo razón en parte, se trata de un sofisma porque olvida los elementos externos que imprimen carácter en el individuo, y falta añadir sus características propias, inmanentes. Por ende, opino que ambos casos existen y varían según las circunstancias; quedarse sólo con uno es fijar la vista en una única posición, fracasar en aquella pregunta de antes. Evoquemos al inefable Sostres, estomagante premeditado, explicar aquello de que cada uno es responsable de sus desgracias: si te han desahuciado, es culpa tuya. Aunque dudo que sus opiniones sean reales, sirven para ilustrar lo dicho.

http://www.upsocl.com/comunidad/dos-ninos-de-realidades-muy-distintas-muestran-la-crudeza-de-la-desigualdad/

Es posible mitigar el aspecto negativo del determinismo, mas no interesa: harían falta una serie de cambios sustanciales que le pondrían los pelos de punta al poder. Entretanto, hasta que éstos vayan produciéndose muy lentamente, todo seguirá igual. Supongo que los hombres del lejano futuro hablarán con horror de nuestra época, caracterizada por la hegemonía de unos partidos que gobiernan mientras se escucha la banda sonora de «Uno de los nuestros».

Para conseguir escapar del estancamiento en el que estamos metidos, basta con una enseñanza superior a la actual, que es demasiado cuadriculada. Sin olvidar otros problemas como el acoso o las novatadas. ¿Qué puede esperarse de los que experimentan esas lindezas? Con una educación diferente, más humana, quizá apareciese en escena una nueva época en la que habría un inmenso cambio de valores. Y quizá también comenzase una lucha real para ayudar a los desafortunados, sean de donde sean. Empleo el «quizá» porque no estoy seguro de ello, pero ¿no vale la pena intentarlo?

Un momento... ¿He tenido un atisbo de optimismo? El fin está cerca

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