sábado, 21 de diciembre de 2024

El último unicornio

 


En la reseña de La princesa prometida afirmé que me hubiese gustado escribirla. Es un buen halago: las novelas que me han hecho decirlo son muy pocas, y entre ellas está El último unicornio. Si no la has leído y confías en mi criterio, búscala y dale prioridad. Pienso que es una de las obras más importantes del género. Sé que eso de ser el último de una especie o raza es un cliché, pero no te dejes engañar. Además, ¿qué no es un cliché a estas alturas? Aunque no es difícil escribir una historia que contenga cierta frescura, la originalidad está al alcance de unos pocos. También debe tenerse en cuenta que la novela apareció en el sesenta y ocho. 

Sinceramente, me resulta difícil reseñar algo como esto; temo no ser capaz de transmitir su excelencia. Es uno de esos libros que me recuerdan por qué soy lector. Por supuesto, es posible que no le agrade a algunas personas; pero si logras conectar con él, será una experiencia difícil de olvidar. Ahora bien, no creo que sea una buena entrada al género, porque tiene entrañables referencias a otras obras que conviene conocer. Dicho esto, al lío. 

La protagonista es una unicornio que busca a los miembros de su especie, pues parece que han desaparecido; en consecuencia, teme ser la última de ellos. Por el camino se encontrará con algunos personajes que la acompañarán en el viaje. Y listo: no pienso alargar más la sinopsis. Ya sabes suficiente. 

Lo que más valoro en un autor, por encima de todo lo demás, es su ingenio, su capacidad para generar situaciones que interesen al lector y le inciten a seguir. Cervantes sería el máximo exponente de esto porque su ingenio es difícil de igualar. La prosa de una novela podría ser el equivalente a los gráficos de un videojuego o los efectos especiales de un filme: conviene que tengan la mayor calidad posible, pero no es lo que hacen bueno a un producto cuyo objetivo principal es el entretenimiento. Un filósofo puede aburrir si quiere, o un historiador. Un narrador, en cambio, no puede darse ese lujo. Peter S. Beagle destaca en todo: amén de tener mucha empatía con sus lectores y construirles momentos encantadores, usa una prosa llena de metáforas y analogías precisas que encajan a la perfección, transmiten la imagen que deben transmitir. Y todo eso sin que el ritmo se resienta. Es impresionante. 

Al dominio de la técnica hay que sumarle la belleza de la historia, ensalzada por una trama construida a la perfección: todo ocurre cuando debe, se presenta en el momento exacto para estimular las emociones. Hay humor, dramatismo, misterio, poesía, fascinación, incluso sentido de la maravilla. Los personajes, envueltos por esa variedad de situaciones y una atmósfera perfecta, son difíciles de olvidar. Cada uno es memorable a su manera y está descrito con maestría. Beagle es consciente, asimismo, de que un gran número de ellos puede ser perjudicial; así que mantiene eso bajo control. No tengo ni idea de cuánta experiencia como lector tenía cuando escribió El último unicornio, pero apuesto a que debía ser mucha; alguien que no haya leído lo suficiente lo tiene complicado para llegar a este nivel. 

Me apenó llegar al desenlace y saber que la historia iba a terminar. Un desenlace, por cierto, excelente como todo lo demás, ejecutado a la perfección. Transmite melancolía y esperanza al mismo tiempo. 

El último unicornio no es sólo una de las mejores novelas del género; es una de las mejores de la literatura. Hay una película de animación, pero te aconsejo evitarla hasta que hayas leído el libro. 

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