El título original es The Dracula Tape —La cinta de Drácula—, ya que Drácula va a narrar los hechos en una grabadora; pero «voz» queda mejor, creo. A mí me gusta más. El traductor hizo una buena elección.
No es la primera vez que reseño algo de Saberhagen por aquí, pues hace años escribí sobre su saga de máquinas asesinas, la serie Berserker. En aquel momento, me pareció un autor excelente y estaba seguro de que esta novela no me decepcionaría; así que la compré cuando alguien me avisó de que estaba a la venta en una librería de viejo. No creo que vuelvan a reeditarla y prefiero leer en papel siempre que sea posible.
La idea es muy interesante: permitirle a Drácula dar su versión de lo que ocurrió en el clásico de Stoker. Eso implica, por supuesto, que intente lavar su imagen. Saberhagen lo hace tan bien que a veces llegas a creer en la bondad del vampiro; parece que sea la víctima de unos vándalos que quieren hacerle la «vida» imposible, y que las circunstancias jugaron en su contra. Poco a poco, el conde va revelando lo que sucedió realmente durante las conocidas escenas. Pondré un ejemplo: no fue su culpa que toda la tripulación del barco muriese durante el viaje a Inglaterra, porque el auténtico asesino era alguien muy supersticioso que no soportaba una presencia extraña. Por lo tanto, resulta que Drácula no era tan malo, después de todo... o eso dice él. Realmente, el lector no sabe si miente o no, lo cual es parte del atractivo que tiene el libro: planta una semilla de duda y enriquece el trasfondo del vampiro más célebre.
El ritmo es ágil y la traducción, aun siendo algo mejorable, cumple. En consecuencia, la lectura me pareció satisfactoria, incluso notable en algunos momentos. Y el desenlace tiene una buena sorpresa, amén de que no decepciona: se siente que termina como debe. Diría que esta obra está entre las mejores que leí este año, y me gustaría cazar El encuentro, otro título del mismo autor donde Drácula se topa con Sherlock Holmes. Eso tiene pinta de ser un choque de trenes espectacular.
Ahora bien, es posible, y comprensible, que a algunas personas no les guste esta versión edulcorada del conde. Pasa algo similar en la película de Coppola, que tampoco es para todo el mundo. A mí me parece legítimo que se hagan estas revisitaciones, aunque los nuevos enfoques suelan estar por debajo de la obra originaria. Siempre existe la posibilidad de que aparezca un concepto fresco y divertido. Asimismo, de esa forma podrán mantenerse con vida algunos monstruos que quizá se marchitarían con los años.
Confieso que la obra de Stoker no me apasiona porque, a pesar de que el mito de Drácula es cautivador, el estilo epistolar me echa para atrás; por ende, disfruté mucho más con este título. Sé que sin Stoker ni siquiera habría existido y que la clásica es muy superior; sin embargo, los gustos son subjetivos, como ya sabes. Yo recomiendo leer La voz de Drácula después de Drácula.