domingo, 3 de octubre de 2021

One Piece


Cuando empezaron a emitir el anime en los noventa, no me pareció nada especial. El argumento, extraído de Las misteriosas ciudades de oro, era sugerente; pero me echaron para atrás el estilo de dibujo y un ritmo más lento que una moto sin ruedas. Así que lo ignoré. Nunca hubiese imaginado que llegaría tan lejos, que se seguiría emitiendo más de veinte años después. ¿Cómo es posible que una serie aparentemente banal haya conseguido tanta popularidad? 

Mi curiosidad era tan grande que me puse con ella desde el principio. El plan consistía en ver algo más de cien episodios, porque tiene ahora mismo cerca del millar y eso desanima bastante; son muchas horas. El plan fue un fracaso: después de casi un año, estoy en el último episodio, esperando con ansia el siguiente. Ahora sé la respuesta a la pregunta del párrafo anterior: Eiichiro Oda ha hecho una auténtica locura con los cimientos de aquella serie ochentera, ha construido decenas de personajes que tienen un carisma superlativo. Se nota que los ama y estoy seguro de que no le gustará el día que deba abandonarlos. 

Cada uno de los protagonistas tiene un trasfondo trabajado al dedillo: sabemos sus pasados, miedos, sueños. Y son muy diferentes entre sí. Con todo, hay compañerismo, amistad, conflictos donde subyace el afecto. Están unidos, en parte, porque se han convertido en una familia, justo lo que no han podido tener en su infancia. Por supuesto, también hay detrás un concepto de libertad, anarquía, porque no dejan de ser piratas que van más allá de las normas; pero percibo eso como algo secundario. No creo que la obra haga apología de una política en concreto, como algunos piensan. Lo que sí muestra es una crítica extrema a la maldad que puede alcanzar el poder de cualquier tipo. 

Además del buen hacer con los personajes, One Piece tiene escenarios tan atractivos que se quedan con parte del protagonismo. Eso es lo que le falta, por ejemplo, a Dragon Ball, donde son genéricos después de las primeras aventuras. Cuando la tripulación de Luffy llega a una isla, se introduce en un universo particular con su historia, costumbres, personajes. Es un mundo vivo. Y nunca dejan de aparecer nexos entre los capítulos, de forma que un cabo suelto en los primeros puede resolverse muchísimo más tarde. De eso se infiere que hay abundante planificación. 

A Oda no le agrada eliminar personajes, pero así consigue que los momentos trágicos sean más significativos: si te dedicas a matar cada dos por tres, el efecto perderá fuerza hasta quedarse en nada. Una de las pocas muertes de One Piece es devastadora, inesperada, marca un antes y un después. 

Diría que el mensaje principal gira en torno a la vida y la muerte, a la ejecución que aparece desde el primer momento: Roger ríe antes de morir porque ha sido libre y hasta fue capaz de cumplir su sueño. Sin embargo, se deja claro que lo más importante es el camino, no la meta. Por eso Luffy sonríe cuando está a punto de ser ejecutado en el mismo lugar, y por eso algunos personajes, él incluido, quieren recorrer ese camino sin atajos. Si no lo logran, al menos habrán vivido como ellos escogieron. 

El aspecto negativo, que lo tiene, es el mencionado ritmo. El estilo puede gustar o no, pero es algo subjetivo. Lo innegable es que algunas escenas están alargadas hasta el infinito y hay capítulos de relleno. Yo me los salté y evité en lo posible ver las partes superfluas, así que acorté bastante la duración de la serie. El viaje mereció la pena. Y aún continúa. 

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