jueves, 18 de marzo de 2021

¿Existe el individuo?


Las palabras «individuo» y «colectivo» suelen vagar, asilvestradas, por las peligrosas junglas ideológicas, terreno en el que no es mi intención adentrarme. No ahora, al menos, porque los políticos —todos, sin excepción— me han saturado con sus mensajes reduccionistas, fuegos fatuos y bálsamos de Fierabrás. Tengo que aprender a ignorarles por completo. 

Empezaré con un ejemplo extremo: Eric Hoffer, autor de El verdadero creyente, tuvo problemas de visión que lo apartaron del sistema educativo; así que se dedicó al autoaprendizaje mientras trabajaba de jornalero y estibador de puerto. Esto, evidentemente, tiene mucho más mérito en una época donde internet era sólo un sueño, porque ahora todo está al alcance de un clic. El tipo se buscó la vida en bibliotecas y librerías, aprendió sin ayuda. Por ende, ¿podemos afirmar que se trata de un individuo? ¿Alguien que se hizo a sí mismo de manera aislada? 

Debemos tener en cuenta que en realidad sí tuvo algo de educación, porque sus padres debieron enseñarle a leer y escribir, lo cual le permitió realizarse después. Además, los libros que leyó no salieron de la nada; fueron escritos por otros humanos. Supongo que aquí el nexo entre el individuo y el grupo está claro. Eric nació y se desarrolló en un entorno preconstruido que le permitió evolucionar. No creo que podamos definirlo como un individuo completo. 

Habrá que ir más lejos, pues: un náufrago, alguien que deba arreglárselas solo en una isla como Robinson Crusoe. En principio, puede parecer que es un ente aislado. No tiene a nadie alrededor para echarle una mano. Se trata, sin duda, de un perfecto individuo... o lo sería de no ser por sus conocimientos adquiridos en el grupo, los cuales usa para sobrevivir, y por su lenguaje, que articula cada pensamiento. Todo eso forma una conexión invisible con la sociedad que le dio a luz. Si se hubiese desarrollado solo desde un principio, sería como un animal, y aun así habría un pequeño lazo con sus progenitores, como le sucede a Tarzán. Esto último es en teoría, claro; un cachorro humano necesita a otros para sobrevivir. Incluso si el individuo completo existiese, no podría serlo durante toda su vida. 

A medida que el colectivo evoluciona, inexorable, va cobrando firmeza la idea del lobo solitario que se vale por sí mismo; idea, además, que a veces incluso se considera meritoria. Pero es una quimera: como diría el meme del Joker, «vivimos en una sociedad». La basura no se tira sola, la vegetación no tiene la cortesía de mantenerse en sus límites, los productos de las tiendas no aparecen expuestos por arte de magia, el edificio donde uno vive no estaba ahí desde el albor de los tiempos. Incluso los trabajos más aislados dependen del grupo. Un youtuber profesional, por ejemplo, no podría serlo sin sus seguidores. Recordemos la dialéctica del amo y el esclavo: el primero dejaría de ser amo si destruyese al segundo. 

Los conceptos «individuo» y «colectivo» aparecen como antagónicos en muchos textos, pero yo me atrevería a decir que no hay tanta diferencia entre uno y otro. Para Aristóteles los individuos son como las piedras de una casa. Es imposible ver esa casa, comprenderla, si sólo se enfoca la mirada en una piedra. 

Y hasta aquí otro de mis dislates filosóficos. Ya que he mencionado a Hoffer, en el siguiente quizá reflexione sobre el abrumador fanatismo actual. Añadiré, por último, que soy alguien individualista que recela de los grupos; sin embargo, a veces hay que abandonar las circunstancias cuando se busca la verdad. 

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