jueves, 6 de agosto de 2020

El Incal


Lo primero que me atrajo de El Incal fue su cubierta, porque me dio la impresión de que estaba ante un cómic insólito. ¿Quiénes son esos personajes? ¿En qué situación se hallan? ¿Qué es el Incal? Asimismo, que el guión fuese de Jodorowsky logró que mi curiosidad se incrementase; así que busqué información en la red y, tras pensarlo con detenimiento, decidí comprarlo a pesar de que algunas personas afirmaban que la historia era algo abtrusa. Como en su momento me lo pasé bien viendo Eraserhead, de Lynch, no le tenía miedo a lo críptico. Al contrario: una obra que se atreve a romper las estructuras clásicas o introducir elementos sorpresivos es interesante cuando uno se hastía de lo convencional.

Sin embargo, me encontré con una narración fácil de seguir. Además, las ilustraciones de Moebius me parecieron soberbias, sobre todo cuando los fondos están bien trabajados. La maestría de Moebius unida a la imaginación de Jodorowsky dieron como resultado una obra única e imperecedera. Al principio tuve la impresión de estar ante un topicazo, una idea muy explotada en novelas y películas; pero poco a poco comienzan a introducirse fragmentos cargados de originalidad y llega un momento en el que la trama no deja de fascinar al lector, que verá desfilar unas cuantas escenas cargadas de ingenio. Me encantaría analizar aquí mis favoritas; pero, aparte de que no deseo destripar nada, son demasiadas y me faltaría tiempo.

Una viñeta emblemática e impresionante

El diseño de los personajes cumple a la perfección, tanto el de los principales como el de los secundarios. Sabes de qué palo van en cuanto los ves por primera vez. El que tiene cabeza de perro, por ejemplo, se deja llevar por sus emociones, no aprobaría el carné de vulcaniano. También debe tenerse en cuenta el contexto en el que aparecen, porque refuerza la personalidad que se nos quiere transmitir.

Supongo que la fama de complejidad arrastrada por este cómic viene del dualismo usado por Jodorowsky en muchas partes. No me refiero a la clásica partida de ajedrez, a un maniqueísmo, sino a algo que trae reminiscencias del Hesse que escribió Demian: la luz y oscuridad no son entes que existen por sí mismos, separados, pues ambos anidan en nuestro interior. El Incal podría interpretarse como una lucha constante por llegar hasta el equilibrio. Es más, pronto se revela que hay dos incales y éstos deben unirse para tener el máximo potencial. Yo interpreto a «la tiniebla», esa fuerza siniestra que busca corromper y destruir, como uno de los posibles extremos indeseables. Todo esto me recuerda a Cristal oscuro, film con un mensaje similar, y a Aristóteles, cuya idea de la virtud estaba en el término medio, en la armonía. Por no hablar de un capítulo de Star Trek del que hablé en este mismo blog: El propio enemigo.

Soluna revelando su ser esencial

Cuando ya pensaba que esta obra no iba a asombrarme de nuevo, porque estaba terminándola, las últimas viñetas me dieron una sonora bofetada. Qué final. Pienso que es magnífico..., aunque me dé la sensación de que no encaje del todo con lo anterior. Necesito darle una relectura para tener una opinión más firme. Aun así, repito: qué final. Y la edición de Reservoir Books añade un montón de artículos sobre El Incal y los cómics que amplían su universo, como Antes del Incal. Eso hace que no duela tanto soltar lo que cuesta, que no es poco. Y el peso de sus cuatrocientas treinta y dos páginas hace que pueda usarse como arma improvisada.

Estoy tentado de adquirir La casta de los metabarones porque me han hablado bien de ella. Si se da el caso, dejaré por aquí mis impresiones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario