jueves, 19 de septiembre de 2019

Opiniones


Antes de construir este espacio —incluso el anterior, donde llevaba bombín— tenía el hábito de charlar en foros de literatura, series y juegos; pero fui perdiendo el interés por varios motivos. Uno de ellos es la dificultad para hallar a alguien asertivo con quien poder debatir calmadamente, porque hay mucha actitud agresiva que vive en una batalla continua y anhela derrotar al adversario. Lo malo de encontrarse en medio de una guerra es que los numerosos enemigos, muchas veces quiméricos, ocultan el horizonte. 

Supongo que en estos días, con los debates políticos dominando el panorama televisivo, será mucho peor. E imagino que en las redes sociales también habrá un gran deseo de tener razón en todo y obtener la victoria, ser superior al rival. En no pocas ocasiones he observado que esa actitud oculta un gran complejo de inferioridad, lo cual es entristecedor, sobre todo ahora que el conocimiento está al alcance de cualquiera.

El sistema actual, lejos de enseñar mecanismos básicos al ciudadano para defenderse de los engaños, alienta lo antes mencionado: el que muerde al vecino no se preocupa tanto por los que están arriba, en el Olimpo, bastante tiene con lanzarle estocadas a ese maldito progre, facha, machista, vegano, anarcocapitalista, fan de Camela...

También he visto casos en foros donde cada uno da su opinión y desaparece. No hay debate porque se trata de un espacio seguro, una suerte de paraíso relativista. Esto viene del miedo al error, a ser rebatido públicamente y, los dioses no lo quieran, descubrir con espanto que no se está en posesión de la verdad y empezar una vergonzosa huida hacia adelante. Se desconoce un axioma fundamental: quien opina, yerra antes o después. Eludir debates para tener tus opiniones guardadas en una caja fuerte sólo sirve para que los errores crezcan y se enquisten. El «Es mi opinión» se convierte así en «Yo pienso así y no tienes derecho a contradecirme»; en vez de «Aclaro con eso que mis ideas son debatibles».

Existe la creencia en una dicotomía entre la persona y lo que opina; es decir, deben respetarse a las personas, no a sus opiniones. Esto, que parece una solución, en realidad se trata de cobardía o algo peor: una excusa para demoler con impunidad pareceres ajenos. Si bien creo con firmeza en la separación entre una obra y su autor, dudo que pueda aplicarse lo mismo en este caso. Ya Hobbes en El Leviatán dice que hay un nexo sólido entre persona y opinión. Y estoy de acuerdo. Cuando voy al anaquel de las opiniones y escojo una concreta entre todas las que hay, es mi juicio el que lo hace con mayor o menor fortuna. Si resulta que escogí mal, pues rectifico, aprendo y a otra cosa. No pasa nada. No se acaba el mundo. Ni estar equivocado te hace inferior, ni tener razón, superior.

¿Quién es omnisciente? ¿Quién va siempre por el camino correcto? Seguro que hasta el eximio Lao-Tse dijo alguna que otra tontería.

Por supuesto, todo lo que acabo de escribir es una opinión... 

2 comentarios:

  1. Las opiniones son como los culos. Cada uno tiene la suya. Pero a veces resulta imposible cambiar...

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    1. El fandom de warhammer llama «culos» directamente a las opiniones xD.

      Hombre, si tu interlocutor es el clásico engreído, lo pondrá difícil. Con respeto y educación se consigue más, según mi experiencia. Y hay temas —religión, política...— donde a veces hay que transigir.

      Otra situación posible es que ambas partes expongan parte de una verdad; o sea, que las dos tengan razón y no se percaten de ello xD.

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