viernes, 12 de abril de 2019

La noche a través del espejo


He aquí una de mis, actualmente, novelas favoritas, estatus al que llegó después de ser releída por tercera vez. La tengo en formato electrónico y encontré la mítica edición de arriba en una librería de viejo, lo cual fue un hallazgo genial para mí. Además estaba en perfectas condiciones... salvo por una esquina doblada en el segundo capítulo. Consejo: no dobléis las esquinas; es un hábito casi tan abyecto como chuparse el dedo y tocarlas. ¡No al maltrato de libros! 

Creo que sé el motivo de que no hubiese más dobleces: quien empezó a leerla se aburrió porque los dos primeros capítulos son pura cotidianidad, el día a día del prota, un periodista que se pasa la mayor parte del tiempo lamentándose de que nunca haya noticias interesantes. Hoy, donde lo que se lleva es un primer párrafo que enganche —o una primera frase, si es posible—, sería complicado que alguien publicase algo así; muchos lectores salen despavoridos cuando una historia tarda en despegar. Yo te recomiendo que tengas un poco de paciencia y te dejes llevar por la atmósfera. Si lo consigues, te asombrarás de lo que vendrá después. Brown irá encajando muy rápido una pieza tras otra hasta darte en las narices con un final sorprendente.

Todo sucede en una noche: el prota acaba su jornada en el periódico y se va al bar para darle un baño de alcohol a sus cuitas. Allí, entre trago y trago, charla sobre su autor preferido, Lewis Carroll, y manifiesta el deseo de que suceda algo fuera de lo normal para plasmarlo en papel. Colmada la sed, regresa a su casa y empieza lo bueno: recibe la visita de un tipo extraño, críptico, que también es aficionado a la obra de Carroll. Lo que viene a continuación es una historia vertiginosa que planta una duda en la mente del lector: ¿esto es fantasía o, como afirmaba el gato de Cheshire, están locos de remate?

La narración, relatada por el periodista, está en primera persona y entronca perfectamente con la personalidad desenfadada del personaje, que comparte con el autor su pasión por la bebida; es decir, que cuando no está bebiendo echa de menos beber. No es un héroe, sino un tipo corriente con sus miedos y sueños; alguien que podrías encontrarte en la calle. Por eso es fácil empatizar con él, sobre todo en los momentos de mayor riesgo. Me gustaría hablar de los personajes que le rodean; pero entrar en detalles equivaldría a destripar la novela, quitarle el encanto de ir descubriendo uno mismo de qué palo va cada cual. 

El número de errores que tiene la traducción es alarmante, al menos la de Ediciones Júcar; sin embargo, la novela es tan buena que pronto pasan desapercibidos, dejas de notar la molesta ausencia de algunos acentos u otros despistes. Aun así, hay otras ediciones si te fastidia eso, o puedes leerlo en el idioma original. Yo es que tengo debilidad por la cubierta con Alicia y Humpty Dumpty; tiene una sugestiva pátina tenebrosa que le va como un guante.

Ah, y no es imprescindible haber leído a Carroll; aunque no está de más. 

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