jueves, 27 de septiembre de 2018

La sombra carmesí


Recomendé estas novelas una y otra vez desde que las leí en la adolescencia. La palabra clave es «adolescencia». ¿Serán tan buenas como las recordaba?, ¿habré metido la pata al aconsejar su lectura? 

Esas inquietantes preguntas debían tener respuesta; así que al fin, tras varios años posponiéndolo por miedo a lo que podía encontrarme, a estropear una de las mejores experiencias literarias que he tenido, cogí el primer tomo y me puse a leer. El comienzo fue desalentador: el mundo descrito en el prólogo me resultó un poco pobre, simple, y el primer capítulo, áspero, porque no logró meterme en la historia. En ese momento estuve a punto de claudicar, ya que me temía lo peor; sin embargo, continué. Siempre ha sido una de mis trilogías favoritas del género y no iba a rendirme fácilmente. 

Lo que vino luego, avanzada la trama, pulverizó mis esperanzas: clichés, deus ex machina, combates superfluos y la combinación mortal: un deus ex machina que también es un cliché. Creo que Salvatore debería tener algún logro por eso último, ya que no recuerdo haber leído muchas veces algo así. Y eso no es todo, pues si te pones a buscar incongruencias...

«No se percataron de la marca más significativa que dejaron tras de sí. Pero el mercader sí que la advirtió al día siguiente cuando regresó al cuarto y empezó a aullar y a maldecir al ver que sus objetos más valiosos habían sido robados. En su cólera, cogió el jarrón que Oliver había devuelto a su sitio y lo estrelló contra la pared cercana al escritorio». 

Página siguiente: 

«Oliver había salido con la intención de encontrar un comprador para el jarrón que se había apropiado hace tres días». 


Por si hay dudas, añado que el jarrón está descrito de forma idéntica en ambas páginas: azul con detalles dorados. Las excusas rebuscadas que pueden encontrarse —había un jarrón parecido oculto en algún lado, por ejemplo— no impedirán que quien lo lea se ofusque durante un rato. Y el texto hace hincapié en que el premio gordo, lo primero que el personaje querría vender, era una estatuilla con forma de un hombre alado. Jamás culpo al autor por esa clase de errores, porque uno es humano y ya se sabe; pero digo yo que alguien debería haberlo visto antes de publicar. 

¿Y sabes qué? A pesar de todo, aunque no te lo creas, la novela acabó enganchándome y la disfruté tanto como la primera vez. Eso sí, tuve que reflexionar bastante los motivos de ello, ya que las numerosas taras me arrinconaban contra un precipicio. ¿Cómo es posible que algo tan nefasto me guste más que, por ejemplo, El elfo oscuro, una trilogía más pulida e interesante? Encontré la respuesta al percatarme de que el concepto base de la novela es uno de mis favoritos: Robin Hood. Los protagonistas de La sombra carmesí, un par de ladrones que operan en la zona más próspera de una ciudad, recuerdan fugazmente al mítico proscrito. Además, tienen un carisma que se sale de lo común: uno de ellos es un noble que vivía sin preocupaciones hasta que se dio cuenta de lo mal que se estaban poniendo las cosas a su alrededor; el otro, un halfling que viste con ostentosidad, alguien pragmático y artero que en el fondo tiene buen corazón.

En la balanza, para hacer de contrapeso a lo negativo, hay que añadir una gran fluidez en la prosa y unos cuantos combates espectaculares, incluso los que no aportan nada. Por ende, no está todo perdido: seguiré recomendando estos libros tras dejar claro que están muy por debajo de las grandes obras del género. Su equivalente en el cine sería una buena mala película.

¡Retruécanos! En algunos momentos esta banda sonora quedaría perfecta:

3 comentarios:

  1. Da miedo revisitar tus lugares favoritos de la adolescencia por si no cumplen las expectativas... A mí me pasó con Mazinger Z cuando la repuso Antena 3 durante las mañanas de hace algo así como veinte años.

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    1. Suele ocurrir. Yo estoy pensando en releer las Crónicas de la Dragonlance, pero temo que no me gusten tanto como antes. Quien no me ha fallado nunca es Moorcock.

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  2. A mí me pasó con las Crónicas... no es ni de lejos lo que recordaba. Moorcock me cuesta y he leído bastante menos.

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