martes, 24 de julio de 2018

Autocrítica


«Sucede raramente, como un arcoíris doble, o que alguien en internet diga: "¿Sabes qué? Me has convencido, me equivocaba"».  Michael, The Good Place. 

Sí, que alguien pronuncie lo anterior es raro... lo veo y subo a viaje introspectivo, una práctica que debería ejercerse más para no vender una imagen parcial de uno mismo. A Schopenhauer le gustaba mucho un viejo refrán nuestro: «Detrás de la cruz está el diablo». 

Cualquiera que visite mi antiguo blog, La vieja calle del panadero, se encontrará con la palabra «misántropo» en la descripción del perfil. No soy el único que la usó, porque durante un tiempo era un palabro chulo que se puso de moda en ciertos ámbitos. En mi caso, desgraciadamente, no estuvo ahí para aparentar ser el más malote del barrio, sino para describir un rasgo característico, el más pronunciado: fue una psicóloga quien, en mi juventud, me lo dijo medio en broma por primera vez después de varias sesiones. Yo no tenía ni idea de qué significaba; pero me sentí identificado cuando me lo explicó, ya que la mayor parte del tiempo he sido un lobo solitario que recela de todo y de todos, incluso de mí mismo. 

Esa desconfianza me vino bien en alguna ocasión, ya que evitó que me estafasen, verbigracia, las temidas y odiadas editoriales pirata. Ahora me río de ellas de vez en cuando, les envío mi terrible primera novela y colecciono todas las propuestas favorables de edición, a cual más llena de ditirambos. En una de ellas se me compara con Ende, y en otra, con Stephen King..., aunque la novela no tenga nada que ver con el terror. Supongo que hay quien ni se molesta en leer por encima lo que les mandan. 

Nunca tuve problemas con nadie por mostrar esa actitud. Más bien todo lo contrario: recibía gestos de aquiescencia —que cada uno saque aquí sus conclusiones—. Sin embargo, no fui consciente de que, poco a poco, ese lado oscuro fue creciendo, apoderándose de todo lo demás, y dejé de ver humanos a mi alrededor: veía ratas chillonas, un mundo ratonil donde cada uno usa a los demás como un medio para sus fines. Evidentemente, esto es una visión distorsionada de la realidad; sólo era capaz de percibir el lado malo de las personas, no el lado bueno. Es posible que ya te hayas dado cuenta de que escribo en pretérito, y es porque hoy ya no podría poner la palabra «misántropo» para describirme.

Uno no puede vivir en ese estado extremo durante mucho tiempo, debe acabar de una u otra manera. Yo, por suerte, he sido capaz de tocar fondo y volver a subir a la superficie. No del todo, porque después de haber estado abajo, de haber visto lo que hay allí, ya nada es lo mismo; pero es mejor esa opción que otras, las cuales también giraron a mi alrededor. 

Lo malo es que durante esa época, debido a la depresión y a la necesidad de sacar lo peor de quienes me rodeaban para reafirmar esas convicciones desafortunadas, me comporté como un capullo. Ésa fue la primera fase: ser un capullo. La segunda fue darme cuenta de que estaba siendo un capullo, así que tomé la misma decisión que el protagonista de El hombre en el laberinto: aislarme para no contaminar a otros con mi pesadumbre y estupidez. Tras unos años así, encerrado, hallé la salida; pero estaba cerrada. Recuerdo que un día comenté algo de eso en el blog de César Mallorquí, y me contestó que la puerta en realidad siempre está abierta. Tenía razón. 

Alguien podrá pensar que después de esto me he convertido en un santo, o un idealista que cree en quimeras. Por «suerte», aún me quedan el nihilismo y el pesimismo. Y no creo que la misantropía pueda desaparecer del todo... Recordemos que esto es una autocrítica, no una redención. Como penitencia, quizá un día haga un sorprendente acto filantrópico. Una palabra interesante, «filántropo»; aunque no se ve tanto como su antónimo. Debe ser que el odio es más fácil y común, una inmensa ballena blanca henchida de máscaras sonrientes.

Vaya, qué seria ha quedado la entrada. Para compensar, aquí está la mejor intro de Spiderman de todos los tiempos:


Este Spiderman podría acabar con Thanos sin ayuda de nadie.

4 comentarios:

  1. Está bien abrirse así, de vez en cuando. Pone las cosas en perspectiva.

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    1. Mi yo del pasado da miedete: comparte algunos rasgos con Rust Cohle, el personaje de True Detective. Ahora soy más sociable, pero los terraplanistas y demás raleas me lo ponen difícil xD.

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  2. Hola Alejandro. Leía tu perfil en "La vieja calle..." y pensaba que la cosa era satirizarse a si mismo. Es asombroso y muy bueno que sea autocrítica. Leí con mucho interés esto que escribes. Quedé helado al leer "hallé la salida; pero estaba cerrada" y cómo me alegró seguir leyendo el resto.
    Al fin y al cabo me gustan los finales felices. Este es el momento de agradecer esto que escribes, que es muy interesante y motivador.
    Y debería despedirme en silencio respetando esto tan íntimo que compartes. Ay... no puedo, quiero; pero, no puedo despedirme silenciosamente. No. Ahí voy: ¡Abandona ese nihilismo, arrójalo lejos de ti!
    Ahora me siento mejor y perdonarás mi párrafo anterior; porque aún debes perdonarme otras cosas. Introduje un fallo en la matrix, algunos dirán que citarte así es un plagio, pero en realidad podrías experimentarlo como un déjà vu.
    Me declaro culpable: https://pasatiempodelectura.blogspot.com/2018/09/la-piel-fria.html
    (Ahí te dejo una pregunta en el link) Un abrazote. Hasta pronto.

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    1. Qué curioso, entré en tu blog antes de leer este comentario.

      No te preocupes, porque logré cambiar de polo al nihilismo: de negativo a positivo. Es un avance xD. Y mis depresiones han desaparecido por completo (toco madera).

      Un abrazo a ti también.

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