sábado, 22 de abril de 2017

Ursula vivió en Terramar


Tras varios años recibiendo rechazos, Ursula —no veas lo que me cuesta dejar la «u» sin tilde— tuvo la suerte de que un editor le propusiese escribir una novela para jóvenes. El tiempo demostró que en realidad el afortunado fue el editor, porque ella escribió una de las mejores obras del género fantástico: Un mago de Terramar.  

Corrían los coloridos años sesenta cuando se publicó, época de muchas limitaciones en el mundo de las letras; pero Ursula supo tener la suficiente sutileza para esquivarlas y meterle un triple al rancio etnocentrismo de aquellos días, lo cual, por sí solo, tiene un mérito enorme. Resultaba imposible, a la sazón, creer que el público aceptase a un héroe de piel oscura, o a unos vándalos blancos como la leche. Algunos ilustradores ni siquiera se atrevieron a poner un poco de marrón en el rostro del protagonista, y hasta he visto la foto de una miniserie donde tiene aspecto caucásico. Lo genial del asunto es que la novela, que es lo importante, se mantiene viva aún hoy. Y le queda mucha cuerda.

Sinceramente, la primera impresión que me llevé cuando la leí fue regular: los hombres son ilustres hechiceros y las mujeres, brujas. Es necesario reflexionar un poco para percatarse de que, a pesar de eso, las brujas no tienen por qué ser malvadas, y sólo son inferiores a los hechiceros porque su acceso al conocimiento está vedado. En cuanto superé ese primer escollo, quedó al descubierto uno de los poquísimos textos que me hicieron leer hasta altas horas de la madrugada; la autora sabe cómo atar al lector, sumergirlo en una trama llena de elementos sugestivos. Eso lo consigue, además, con un estilo clásico que le da poco peso al diálogo. La clave está en un argumento que se aleja de los limitados planteamientos habituales, como los que usó Tolkien y su, así lo llamó Moorcock, Pooh épico

Ged, el protagonista, es perseguido por una misteriosa sombra nefaria que él mismo convoca. Si supiese su nombre, pues la magia consiste en conocer los nombres verdaderos, podría derrotarla; empero, nadie parece saberlo, así que la búsqueda de ese esquivo enemigo lo convertirá en un personaje temido, maldito y sombrío. Asimismo, posee defectos propios como la envidia y la ingenuidad; aunque ambos se deben a la juventud. Supongo que esos detalles agradaron al creador de Elric, alguien que no suele usar héroes inmaculados para sus novelas.

Las aventuras de Ged transcurren en Terramar, el nombre de un archipiélago ficticio; o sea, islas y más islas, islas por doquier... Por algo en la imagen de arriba hay una embarcación. Esto le da un toque especial y característico a la historia, personalidad. Cada pequeña porción de tierra guarda sus secretos.

No voy a destripar nada. Tendrás que creerme si te aseguro que ciertas partes del libro están a la altura de los títulos grandes e inolvidables, que hay momentos sublimes donde las emociones se desatan de formas muy ingeniosas. Imagino que las cuatro siguientes estarán al mismo nivel, pero nada puedo decir de ellas porque aún no las he leído. Le pondré remedio a esa herejía lo antes posible.   

2 comentarios:

  1. Leí la primera hace tiempo y me gustó. Yo también tengo que remediar la herejía...

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    1. Yo le estoy poniendo remedio ya: "Las tumbas de Atuan" me ha gustado tanto como la anterior. Supongo, eso sí, que la gran cantidad de atmósfera puede disgustar a algunos lectores.

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